El “efecto Osasuna” en el tejido empresarial español
El capitalismo está en crisis. La afirmación no deja de tener algo de guasa si el que la pronuncia es fundador de Davos, el foro del capitalismo por excelencia, donde se dan cita los hombres más ricos del planeta. “El capitalismo descuidó el hecho de que una empresa es un organismo social, además de un ente con fines de lucro. Somos muchos los que hemos visto que esta forma de capitalismo ya no es sostenible”, escribía el pasado mes de diciembre Klaus Schwab.
Este año se cumplen 50 años de la cita suiza y donde se pone el foco es en la empresa, en que sus objetivos vayan más allá del beneficio y pasen a generar valor. ¿Desde cuándo una empresa dejó de generar valor? ¿Desde cuándo la libertad de mercado no es la mejor forma de gestionar el sistema económico? Desde el momento en que la riqueza cada vez se concentra más y más en unos pocos y a gran velocidad. El último informe de Oxfam señala que el 1% más rico del planeta posee más del doble de la riqueza del 90% de la población mundial y los hombres concentran tres cuartas partes de la riqueza frente a las mujeres.
El modelo no está funcionando. Hemos importado un modelo de cultura innovadora y de intangibles, donde pasamos del tejido empresarial dominado por la microempresa, la pyme, el capital y el empresario de toda la vida, a una abonada por start-up, “estartaperos” e intangibles. Huele a ese tufo del modelo que nos sumergió en la crisis económica más profunda que hemos vivido, la de la burbuja del mercado inmobiliario: la del pelotazo.
En los últimos cinco años la venta de startups tecnológicas supera ya los 2.100 millones de euros. La empresa emergente española que más cara se vendió fue AlienVault, centrada en ciberseguridad. Fue adquirida en 2018 por AT&T por un total de 540 millones de euros. Pero hay más casos: Infojobs, Idealista, Softonic,y otras muchas con nombres menos conocidos pero de gran relevancia en sus segmentos.
En el caso de la alta tecnología este modelo es todavía más viciado y casi todas ellas acaban en manos de multinacionales. En un artículo leo “además de AlienVault, Adara ha vendido ADD (semiconductores) a Atmel Corp. Bullnet, Zhilabs, que hace programas de big data para telefonía móvil, la vendimos a Samsung, y Oncovision, dedicada a imagen médica molecular, a Bruker, líder mundial en resonancia magnética”.
Cada vez que hay una empresa que funciona y que destaca, con lo complicado que es en un entorno tan competitivo, llega una grande y, a golpe de talonario, se la come, condenándolas en muchos casos a su desaparición por absorción. ¿Qué hay de la vocación del empresario y de la empresa que crea riqueza, empleo y bienestar para su comunidad?
Es lo que he bautizado como el “efecto Osasuna”, un equipo de bajo presupuesto que es incapaz de retener talento entre sus filas: Raúl García, Javi Martínez, César Azpilicueta o Nacho Monreal dejaron un día de ser rojillos, a pesar de ser parte de su cantera, para ser uno más en el Chelsea, Marsella, Real Madrid, o el que más jugadores navarros compra y ha comprado, el Ahtletic de Bilbao. Siempre se han producido movimientos de talento de equipos humildes a los que disfrutan de amplios presupuestos, eso no es noticia, lo que sí es noticia, y trágica, es la velocidad con la que actualmente se producen las compras y las cifras que se manejan que hacen muy dificil resistirse a la tentación. La estadística demuestra que las distancias entre unos y otros cada vez es mayor y, por lo tanto, más desigual e injusta. En cuanto una pequeña empresa despunta por su calidad, oportunidad o modelo de negocio y aún sin cumplir su niñez, frecuentemente se presenta una de las grandes con un cheque con muchos ceros y la compra a precio de oro, deslocalizando el tejido empresarial español y todo lo que eso significa. Somos un país de vendedores, no de compradores, por eso este viciado sistema nos perjudica tanto como sociedad.
Al igual que Osasuna que solo desea que pase el mercado de fichajes de invierno pa quedarse como está, yo solo deseo que la historia de las start-up españolas de éxito como Feber, Glovo, Cabify y tantas otras siga siendo la que es, una carrera de crecimiento, de lucha contra la adversidad, de creación de empleo y aquella que, no olvidemos, paga impuestos en nuestro país y es el único generador real de empleo por mucho que los políticos sigan insistiendo en atribuírselo ellos.
El economista Branko Milanovic, autor del libro Capitalism alone considera que nada que no sea obligatorio cambiará las cosas y apuesta por la fiscalidad, por cambios tributarios que penalicen riqueza, rentas altas o beneficios desorbitados, para cambiar el modelo. Yo más bien me proclamo firme defensor de los incentivos, de hacer las cosas en positivo para que luego, libremente, cada uno tome sus decisiones ¿por qué no incentivar fiscalmente a las empresas a permanecer, por qué no tratar de convencer al estartapero con alma de empresario de que lo mejor es seguir creando riqueza y empleo para los suyos? No se trata de poner puertas al campo sino de ayudar al empresario. Dejemos de gravar la creación de empleo e incentivemos que continue creciendo el motor de nuestra economía, las empresas.
Artículo publicado originalmente en Revista Capital